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Artículos
de Prensa
Una selección de escritos de prensa publicados a lo
largo de su vida
Poesías y otros textos
Poemas y otros textos sueltos, algunos inéditos
Conferencias
Facultad de Filología de Sevilla, Abril de 1997
Pregones
Pregón de la Semana Santa de Carmona 1952 y la Feria
del Libro de Sevilla 1993
El alma de José María
Requena
Breve colección de textos de José María
Requena sobre Carmona
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Presentación |
Carmona
a vuela pluma
Antología de escritos carmonenses de José María
Requena
Vida
y obra de José María Requena
El estudio de investigación más amplio realizado
sobre la vida y obra de Requena, escrito por el Dr. Ángel
Acosta Romero, Profesor Titular de la Facultad de Ciencias
de la Información de la Universidad de Sevilla.
EL ALMA DE JOSÉ MARÍA
REQUENA
Prólogo por Antonio Montero Alcaide
Las páginas de este libro compilan una colección
de textos, mayoritariamente inéditos, que José
María Requena escribe con la referencia común
de Carmona. Se trata, entonces, de aprovechar la oportunidad
de tan deliciosos escritos carmonenses para percibir que las
trazas literarias de Requena, y su explícita y más
que reiterada añoranza de Carmona, son argumentos contundentes
con los que recuperar su memoria, su alma, en las páginas
de su obra mayor. Y ésta es ya accesible, en muy buena
medida, por la edición de las Obras completas de José
María Requena que ha auspiciado el Ayuntamiento de
su ciudad.
Apuntes autobiográficos
es, así, el primer texto que se incluye en el libro.
Escrito a los sesenta años de edad, constituye una
privilegiada descripción autobiográfica por
cuyas líneas rezuma la Carmona de sus primeros años.
Requena se siente satisfecho de haber nacido en un pueblo:
"Sí. Estoy satisfecho de haber nacido en un pueblo.
Creo que me ha convenido. En especial, por cuanto se refiere
a mi trabajo de escritor. Las experiencias pueblerinas son
casi siempre más completas y detalladas". Coincidiendo
con el final de la guerra civil española, José
María Requena pasa sus días escolares internado
con los Padres Salesianos, primero en Alcalá de Guadaíra
y luego en Utrera, hasta que cumplió los dieciocho
años. Estudiante de Derecho en Granada, mastica el
hambre de los tiempos difíciles: "Hambre de aceitosa
cartilla de racionamiento, hambre de pan en una modesta pensión
de estudiantes de Granada, latitas donde cada cual atesoraba
sus propias colillas, boniatos en la sopa y en el primer plato,
también en el segundo, boniatos asados en el postre".
Confiesa Requena que su vocación de escritor se acrisoló
en las primeras soledades de su juventud, tamizada por las
carencias y el dramatismo: "A veces, me he parado a rebuscar
en la memoria los primeros brotes de esa vocación por
las letras y siempre he llegado a la conclusión de
que los más decisivos impulsos de tales tendencias
coincidieron con mis circunstancias más dramáticas
y negativas". Entre éstas, de manera particular,
la guerra civil, que estalló cuando el escritor cumplía
once años de edad: "Los niños de los pueblos
entran siempre como Pedro por su casa en los hogares de todos
los amigos. Y allí estaban las madres, casi muertas
debajo del negrísimo luto por el hijo mayor, mujeres
con menos de cuarenta, y ya vencidas, viejas, vueltas de espaldas
a los menores signos de la alegría, y, en especial,
profundamente miedosas, con la mano puesta sobre la cabeza
del hijo pequeño, no fuera que la guerra durara lo
bastante como para que también se sintiera llamado
por aquel remolino de atrevimiento y sangre". El autor
estudia segundo curso de Derecho en Sevilla, y se aloja en
una humilde pensión cuya penuria era compensada por
los regresos a la casa familiar durante los fines de semana
y "el prodigio casi litúrgico de una telera de
pan blanco". Para Requena, en esta época de miseria
y hambre, "de gañanes parados al filo de la carretera
general, delante de mi casa, pendientes de la buena colilla
de cigarro apenas apurado", en ese tiempo, entonces,
prevalece la importancia de las cosas: "¡Ay, amigos,
las cosas, la profunda importancia de las cosas más
simples! Al cabo de tantos años y de tantísimos
folios, empiezo a valorar debidamente la participación
tan entrañable que las cosas cumplieron en las páginas
propias menos nubladas por el extremoso ejercicio de la insatisfacción".
Cualquier lector habitual de sus últimos artículos
en el periódico "ABC de Sevilla" apreciará
bien este interés de Requena por las cosas, la misma
cosificación de lo humano en la que se afana. Pero,
continuando con los retazos de su autobiografía, nuestro
paisano acaba Derecho en 1947 y, ante la dificultad para ocupar
algunas vacantes de dudosa asignación, entra en lo
que él mismo denomina "años de silencio";
aunque, eso sí, pudo dedicarse "de lleno y muy
seguido a la pasión de escribir". Rafael, su padre,
que sigue el consejo de un pintor amigo, Joaquín Valverde
Lasarte, decide costear los estudios de su hijo en la Escuela
de Periodismo de Madrid; que, una vez acabados, le permitieron
el ingreso, como redactor, en la "Gaceta del Norte",
un diario de Bilbao en el que antes hizo prácticas.
Nueve años permaneció en tierras vascas, en
plena vorágine del trabajo, pero alertado siempre por
una vocación literaria que se postergaba en exceso:
"Estaba yo más que convencido de que mis ilusiones
literarias se aplazaban demasiado porque la profesión
periodística llega a absorberte de un modo realmente
desmesurado y sin una compensación ni tanto así
de proporcionada, ni en lo material ni en cuanto a satisfacciones
más puramente vocacionales". En ese periodo de
su estancia vasca, con ocasión de unas vacaciones navideñas
en casa de un amigo, José María Requena conoce
a Rosa, su mujer y madre de cinco hijos. El escritor regresa
a Sevilla en 1964, como subdirector del periódico "El
Correo de Andalucía", y, a pesar de las nuevas
y más intensas responsabilidades, decide que ha llegado
el momento de fraguar una novela: "Pero era necesario
ir preparando, ya mismo, la pista que me permitiera al menos
los primeros revuelos de ensayos cada madrugada más
y más ilusionados. Sobre las dos o las tres de la mañana,
al regresar a casa, me entregaba a mi hogareña máquina
de escribir. Había que olvidar el sueño, el
cansancio y los demás motivos o pretextos que amargaban
tanto y tan hondamente los mal contenidos brotes de mi vocación".
En 1971, tras un buen manojo de madrugadas de insomnio, el
escritor carmonense logra el prestigioso Premio Nadal, con
El cuajarón, su obra más conocida. Concluye
Requena su autobiografía refiriendo que, a sus sesenta
años, se dedica de pleno a los "afanes narrativos"
y a dar largos paseos porque: "No todo puede quedarse
en la imaginativa actividad desplegada por un hombre en continuo
peligro de apoltronarse ente esa máquina con la que
redacta los intensos folios de sus novelas".
Si ese primer texto, Apuntes autobiográficos, permite
al lector un acercamiento directo al escritor, el siguiente
trabajo, Carmona y
lo literario, compuesto un año antes, en 1984,
es un delicioso ejercicio de evocaciones, nostalgias y recuerdos
con el que Requena cerciora la impronta carmonense de su creación:
"Las palabras se me van con su querencia literaria hacia
las cosas de Carmona. En la fecundación de todo cuanto
yo hago literariamente intervienen sin remedio cosas y soles
de Carmona, sus patios y sus plazas, sus más humildes
esquinas de blanquísimas y afiladas verticales ladeadas
por los vientos de la historia y de la vida esta de cada día,
lo mismo que las huertas, los olivos, la vega, nuestras torres,
las empedradas calles pinas de San Blas y las murallas, y
los carros con mulos grandones y renegros de mi niñez,
y auténticas gavillas entrañables de personajes
de Carmona, por lo general, pintorescos y pobres, y tan extrañamente
originales en la actitud serena con que llevaron el largo
peso de sus desgracias". ¿Cabe confesión
más rotunda? Prosigue el escritor pasando revista a
un elenco de espacios y personas singulares: la calle de San
Pedro, el Angostillo, la Alameda, el Picacho, el Alcázar
del Rey Don Pedro, San Felipe, Santiago, los Alcores, los
campos de San Antón, la Vega, el camino de la Puerta
de Córdoba, el Santuario de la Virgen de Gracia, su
niñera Ángeles Gómez Oliva, el peculiar
padre de ésta, el Bello; el tren de la Vega y el Carmonilla,
la Necrópolis Romana, los alberos de la Feria... "Desde
los balcones de mi casa, ¡cuánta materia literaria
he presenciado cuando niño!, pues casi toda la vida
importante de muchos años de España se podría
decir que repostaba combustible en la gasolinera de junto
a la sacristía de la parroquia", escribe Requena
de la calle San Pedro, "la calle más literaria
de Carmona", tránsito milenario de civilizaciones
y acomodo doméstico de anécdotas y episodios
populares. La Carmona de los domingos bajaba por el Angostillo
a la Alameda, en busca del duro acomodo de los bancos, "alrededor
de la fuente de la Glorieta con su fin de fiesta de alto chorro
de agua tan chulamente solo y dominante sobre su precioso
harén bien controlado de macetas florecidas".
Hasta rememora Requena, a la espalda del Picacho, "esquinado
balcón del suicidio", "las casitas blancas
de la carne en venta, de la amarga y loca historia del hambre
empujando al amor cobrado". Singulares evocaciones despierta
en el escritor el paisaje dominado desde el "balcón
del cura", donde hoy se levanta el Parador de Turismo;
sobre todo, el camino que, desde la Puerta de Córdoba,
lleva a la ermita de la Virgen de Gracia: "Un camino
en el que, sin que yo pueda intuir siquiera las razones, está
como detenido un algo muy serio de mi niñez. Un algo
que ignoro igualmente, aunque presiento que quizá fuese,
ni más ni menos, que ese primer momento que el niño
dedica para sabe Dios qué definitivas recapacitaciones".
El Bello, por su parte, es un prototipo literario para el
escritor: "Al Bello me lo traigo yo de cuando en cuando
a mis papeles, con nombres nuevos siempre. Es, en verdad,
el Gregorio de "El Cuajarón", el abuelo de
Goyito el novillero soñador de glorias y dineros".
Este hombre, padre de la niñera de Requena, es un "viejo
personaje de fábula, imaginación disparada hasta
más allá de la mentira, que, al cabo de muchos
años, se fue a morir a Carabanchel Bajo, no sin antes
asombrar a los madrileños de aquellos contornos, con
relatos de liebres y de galgos que tenían todo el encanto
de todos los imposibles que se inventan sin intención
de engaño". El Carmonilla es, también,
un tren literario, por no decir cinematográfico, "tren
del oeste americano": "Estación con su reloj
de caja verde y campana con cuerda colgando del badajo y paredes
tiznadas por humos que respiramos al llegar a Carmona o al
dejarla. Distantes días de estudiante, años
de autobuses pocos y con gasógeno, tiempos aquellos
de madrugones todos los lunes, el Carmonilla rumbo a Guadajoz
y Los Rosales, donde había una cantina tan estrecha
y rellena, que el café sabía mucho más
a humo de cigarrillos que a café". Evocaciones,
todas estas, que Requena refiere para confirmar la filiación
carmonense de su escritura, con razones tan sobradas como
que "Carmona es una de esas pocas ciudades en las que
se puede coger un hermoso puñado de intensa historia
sin apenas tener que alargarse más de un kilómetro
de paseo".
En una entrevista realizada por Justo Romero, en el diario
"El País", de fecha 18 de septiembre de 1988,
Patria de artista,
JMR da sobradas muestras de conocer los más sutiles
entresijos y claves de su ciudad. Dice, así, de sus
paisanos: "El carmonense es elocuente, aunque siempre
con esa especie de frialdad tan poco dada a los excesos expresivos".
Afirma, también, que "Carmona tiene una indiferencia
marmórea, una frialdad para ver venir las cosas -que
no quiere decir que no las sienta, sino que disimula que las
siente- que se manifiesta en múltiples aspectos. Este
dominio de sí misma, indudablemente de origen romano,
está reforzado por su condición de pueblo alto
y amurallado, acostumbrado a ver venir de lejos, por la vega,
las grandes mesnadas, con tiempo de ver, comer y dormir".
Murallas que, a su vez, pueden explicar cierto ensimismamiento
o la disposición de la ciudad a encerrarse en sí
misma. De manera más concreta, JMR se detiene en la
humilde riqueza de la cal -"La cal es un lujo de los
pobres"-, a la que hace seña de identidad tanto
antropológica: "Los desconchones de las paredes
encaladas de Carmona me sugieren los niños hambrientos
de entonces, que faltos de calcio, instintivamente, como animales,
chupaban la cal de las paredes"; como estética:
"Aquí los grandes prodigios de belleza se dan
o en lo barroco o en la sencillez llevada al extremo. Lo mismo
exactamente que somos verborreicos o lo decimos todo con un
garabato del gesto". Se refiere también, en esta
entrevista, una particular denominación que Romero
Murube acuñó para referirse a José María
Requena: "el último romano de Carmona".
El Pregón de
la Semana Santa carmonense, de 1952, es otro de los textos
narrativos de JMR reunidos en este libro. El escritor, con
tan sólo veintisiete años de edad, es el segundo
pregonero de la Semana Santa de Carmona (tras la designación,
el año anterior, de Alfonso de Cossio). En este texto,
de su primera época, se intuyen las maneras literarias
del escritor carmonense. Alude, entonces, JMR, a la primavera
andaluza, "la primavera más primaveral de la Tierra":
"Lo cierto es que la sangre de los Crucificados es sangre
fresca y reciente bajo nuestro cielo y que las lágrimas
de nuestras Vírgenes vienen a ser más reales,
más ardorosas, más recién lloradas, más
como son o como eran las lágrimas de nuestras madres
propias". Escribe, también, sobre los "capillitas"
carmonenses, a los que dedica el pregón; e incluye,
entre aquéllos, a dos paisanos célebres, Eslava
y Buiza. Apunta referencias a la Carmona labradora, a las
madres nazarenas, a las flores de los pasos, a los capataces,
a las plazuelas llenas de gente, al silencio... Y, antes que
particularizar, reúne la singularidad de todos los
itinerarios de las Hermandades en tres lugares señeros:
Santa María, la Puerta de Sevilla y el Angostillo.
"Lástima que dada la estrechura de los arcos del
Patio de los Naranjos, no puedan atravesarle nuestros pasos:
porque el Patio de los Naranjos de Santa María tiene
la misma hechura, la misma medida y el mismo alegre estilo
que muchos de los patios de Carmona, y sería maravilloso
contemplar Cristos y Vírgenes rozando con sus cruces
y con sus palios la promesa blanca de los azahares, avanzando
por un camino abierto entre macetas floridas". El Angostillo
es el territorio de la saeta, donde se afana Comparito el
Aguador: "Era el Comparito un saetero de todos los años...
Hasta que la muerte le trajo reposos al paisano viejo, no
hubo Semana Santa de su pueblo sin saetas suyas". Y Requena
da pistas para entender la emoción prodigiosa de la
Semana Santa de Carmona: "En esta tierra bendita la Divina
Pasión se abre camino en nuestro corazones y en nuestras
almas con colgaduras de cielos azules y bajo estrellados palios
de noches hermosas; con nuestros alrededores y con nuestros
patios; con nuestra historia y con nuestras flores; con nuestras
mismas penas y con nuestras mismas lágrimas... Ante
los pasos de nuestras cofradías, somos los hijos más
hijos y las madres son todavía más madres".
El texto de Requena tiene, así, más de intención
descriptiva que de exaltación animosa; si bien se reparten
distintas alusiones a la milicia, al heroísmo español,
a la patria... propias de aquellos años cincuenta del
pasado siglo XX, y que José María habría
podido recordar con el reposo de la edad madura; sobre todo,
después de vivir los primeros años de la transición
política española a la democracia, como Director
de "El Correo de Andalucía", apostando decididamente
por un compromiso social que le provocaría no pocos
problemas, denuncias, comparecencias en los juzgados..., que,
al cabo, influyeron en su salida del periódico, en
1978. Acosta, en su Vida y obra de José María
Requena, recoge esas vicisitudes de nuestra paisano, extrayéndolas
de una entrevista que el escritor concedió, en 1998,
para un libro sobre el periodismo en Sevilla: "Uno de
los temas más importantes fue la admisión del
Partido Comunista, éste fue un golpe que dio Suárez
a espaldas del ejército. Y algo que a mí me
costó la salida del periódico; elaboré
un editorial diciendo que me alegraba y las fuerzas vivas
de la ciudad no me lo perdonaron. En un solo mes estuve en
los juzgados 28 veces, hubo un gobernador que la tomó
conmigo y con el periódico; desayunaba, por lo visto,
con su lápiz rojo y me denunciaba. Entonces me requería
el juzgado en donde era preguntado: "¿Usted ha
permitido la publicación ésta y admite la responsabilidad?".
A lo que yo contestaba: "Sí, totalmente".
Y el juez respondía: "Bueno, pues, adiós,
muy buenas". A mí, la amnistía del Rey
me salvó de la cárcel. También sufrimos
numerosas amenazas de bombas de los grupos de ultraderecha"
(págs. 58-59). Compromiso social como el de muchos
de sus paisanos y paisanas de Carmona al reclamar agua, y
no sangre (¿verdad, José María?), cortando
la circulación de la carretera nacional, en su antiguo
paso por Carmona, muy cerca de la farmacia de la familia de
Requena.
En "Carta a mis
paisanos de Cataluña" los emigrantes carmonenses
en Cataluña pudieron saborear un texto de José
María Requena, escrito para ellos a modo de carta,
con motivo de las fiestas de la Virgen de Gracia. El argumento
central del escritor será, aquí, el del regreso
de un "hijo de Carmona", a su ciudad de origen,
tras una ausencia larga. Y, para ello, propone varios rumbos.
El primero, tras dejar a las espaldas el "hondón
de Écija", acaba en las entrañables lindes
de la ermita, en San Mateo, en la cornisa del Picacho con
la estela del Cenicero; o, hacia la izquierda, en el Matadero,
en la Puerta de Sevilla, en San Pedro y su torre señera,
en el Angostillo... "Y, en alto, sobre el encalado murallón,
la verja, y tras la verja, ¡cuántos recuerdos
felices, cuántas palabras y cuántos rostros,
en la explanada frontera del templo a cuyos pies está
la cueva, con su humedad de fervores milenarios y también
el agua, con su penumbra a punto de prodigio, y la escudilla
aquella de cobre medieval en la que bebíamos rezando
por enfermos o por hijos o novias o estudios o trabajos, mientras
fuera sonaban las coplas y los traqueteos de carretas de bueyes
con flores de verdad y flores de papel, prontas las botellas
y las cañas, fabulosa cosecha de trigo de alegría
en las eras cercanas!". Otro itinerario peculiar era
el que, desde la "ahumada seriedad de la sevillana estación
de Córdoba", discurría, por tren, hasta
los "destechados andenes de Los Rosales", en los
que se subía al Carmonilla, "reliquia del pasado,
cansina mansedumbre hacia el apeadero de Guadajoz, muy cortitos
los humos y achaques centenarios en las primeras cuestas,
hasta que, por fin, se ponían a ras de los olivos sus
vagones de oeste americano". El cementerio, la calle
del Caño, Carpinteros, otra vez San Pedro y su torre,
la calle Oficiales, la plaza de Arriba... reciben los pasos
emotivos del emigrante que regresa. Y otro camino para el
retorno es la carretera nacional, la entonces "carretera
más olivarera de las tierras de Sevilla", tomando
un "amarillo autobús de Casal". Apuntaba
Requena un paisaje hoy bastante retocado: "Olivos y más
olivos. Todo un mundo de bosque aceitunero late en la verde
espesura de la que sólo conocemos los serios garabatos
de los troncos cercanos al alquitrán de la carretera.
Hasta que, desde una curva cerrada y alta, se presencia, allá
al fondo, como una pincelada de don José Arpa o Manolín
Fernández, el pueblo tan soñado en horas de
mucho desarraigo y lejanía". Necrópolis,
calle Sevilla, la Giraldilla, el Angostillo, la calle de San
Pedro, la Puerta de Sevilla, calle Vendederas, Santa María...
flanquean el paseo de la nostalgia disipada al sentirse otra
vez en Carmona. Tres itinerarios del retorno, en fin, que
volverán a recorrerse en la dirección de un
desarraigo aliviado con una compañía celestial:
"Y qué bien sabéis vosotros, carmonenses
catalanes, lo verdad que es que nuestra Virgen de Gracia se
va con el que emigra. Qué requetebién sabéis
que, en esta segunda tierra vuestra, no sólo la tenéis
como tesoro vuestro y de vuestros hijos, sino que habéis
hecho de ella tesoro de gracias que sabéis repartir
a manos llenas entre vecinos y amigos, catalanizando su generosidad
en el gracejo y en la gracia, teniéndola durante todo
el año, no como trasplantada desde Santa María,
sino vuelta a aparecer de nuevo, en la gran ciudad de la industria
catalana, tal y como se apareció hace casi un milenio
al pastorcillo en las lindes de nuestra vega".
En 1996, en la Iglesia de San Pedro, José María
Requena da lectura a un nuevo texto suyo, dedicado, en esta
ocasión, a San Juan Grande. El escritor habla directamente
con el santo, en la confianza del paisanaje y, además,
por la cercanía de Requena con la Orden de los Hermanos
de San Juan de Dios, cuya revista dirigió. "A
mí, bajo estas cúpulas parroquiales tan tuyas
como nuestras, me satisface revivirte en una plenitud de simpatías
y amenidades, amables siempre el gesto y la palabra, nada
chistoso, aunque sí ocurrente, porque para los enfermos
del dolor y del olvido ninguna otra medicina llega a ser tan
efectiva como la de una vida muy del todo viva, la de una
vivísima generosidad sin precios ni condiciones, vida
verdadera y limpia, a la vera de una existencia que siente
cómo se le va escapando todo por los enturbiados ventanales
de la angustia". Relata, así, el escrito, la vocación
eremita del santo carmonense, tras sus años de vendedor
de telas, y la acompaña con alusiones a la propia biografía
de San Juan de Dios; de la misma manera que refiere anécdotas
de Santa Rosa de Lima, cuya madre fue bautizada, como el propio
San Juan Grande, en la iglesia de San Pedro. Se lamenta, a
su vez, José María Requena de que los santos
han perdido las singulares mediaciones que los creyentes les
confiaban: "Porque es que, hoy en día, no parece
sino que los cristianos, muy en consonancia con las actuales
pragmáticas querencias de la prisa, hubiésemos
decidido eliminar casi todas las devociones intermedias, para
dirigir todos nuestros ruegos, en directo, a las supremas
misericordias de Cristo y de María". Debilidad
de la fe, también, que, para el propio escritor, se
atenúa ante el "ensangrentado realismo de las
imágenes cofradieras": "En los soleados pueblos
andaluces, se reaviva la fe a partir de las ensangrentadas
emociones redencionales que conducen a la feliz e iluminada
consecuencia de la Resurrección". Concluye Requena
imaginando el encuentro con San Juan Grande, de todos su paisanos
de Carmona, en el "patio infinito de la Casa del Padre".
Con motivo del centenario, en 1997, de la presencia de los
salesianos en Carmona, JMR refiere, en Aquel soldadito de
plomo, la vinculación de su familia con los salesianos
de Carmona: "Esa palmerita baja se la regaló tu
abuela a don Fermín Molpeceres", señalaba
su madre a José María niño; además
de su propia experiencia como "soldadito": "Y
de aquel mundillo, tan lógicamente nebuloso a estas
alturas de la memoria, me brota de pronto una escena a punto
ya de absoluto olvido: la foto que me hicieron vestido de
soldadito de plomo, la mar de llamativo el ros airosamente
rematado con un plumero rojo, y roja también la raya
del pantalón azul, talmente como los números
que forman hoy en día la guardia de los Reyes".
Delicioso y entrañable es otro texto, Le escribo a
mi prima María de Gracia y le hablo de su madre, en
el que JMR ensalza el moreno "Barrera" de su tía
Carmela: "A tía Carmela me agrada recordarla,
sobre todo, incansable guisadora de cariños en aquella
amplísima cocina de cortijo amable, iluminado el patio
con macetas por un sol de vega de Carmona o de mañanera
gira por Los Callejones del Valle". El propio Requena
reconoce su "irremediable vocación de contar cosas"
y repara, por último, en las distintas interpretaciones
de la muerte: "Qué distintas son estas muertes
de aquéllas otras que nos llegaban cuando éramos
niños o vidas jóvenes. Todo lo del morírsenos
alguien era un poco así como si el dolor nos podara
las más altas y gozosas ramas, en tanto que, ya de
mayores, tales muertes se sufren por la raíz, por los
hondones de una tierra oscurecida por la nostalgia de tantas
y tan entrañables emociones".
Como homenaje al destacado pintor carmonense José
Arpa, escribe José María Requena el siguiente
texto que se publica en este libro. Leído por su autor
en Carmona, en 1992, sus contenidos arrancan de un encuentro
del escritor con el pintor, allá por 1952, en los bancos
últimos de la Alameda, donde Arpa pintaba, para dejar
después los cuadros pendientes de acabar en la rebotica
de la farmacia del padre de Requena, durante las estancias
del pintor en Sevilla. "Fue sin duda una pena que mi
circunstancial traslado a Madrid dejara en simple propósito
mi proyecto de escribir, mano a mano con él, una cumplida
biografía de tan apasionantes peripecias", se
lamenta José María Requena. Dejo abierto el
interés de los lectores con sólo anunciar que
el escritor cuenta en el texto publicado las singulares circunstancias
que se confabularon para que Arpa marchara a las "muy
distanciadas geografías a lo largo del inmenso continente,
desde Méjico y Estados Unidos hasta la extensa pampa
argentina". Deliciosas son también las descripciones
que Requena realiza sobre las excursiones con el pintor hasta
las orillas del Corbones, saliendo de Carmona con las primeras
luces que hacían las delicias de Arpa "al prender
los primeros destellos sobre los remansos del río".
Y apela también Requena a la paciencia de Arpa, cuando,
siendo niño el escritor, y en compañía
de su hermano Rafael, perpetraban un atraco a la bondad del
pintor "al hacer que, en la rebotica, papel y lápiz
a mano, se pusiera a pintarnos nada menos que los escudos
del Betis y del Sevilla". Sostiene el escritor que Arpa,
tras muchos años de abandono de sus raíces,
"volcó todo su cariño en los campos, en
las ventanas, en los arriates y en las macetas de Carmona";
de tal manera que "los pinceles de Arpa elevaron nuestras
pequeñas cosas hasta las inmoribles categorías
de lo que, habiendo sido mudo e inanimado, se nos entrega,
ya vivo e imperecedero, gracias al toque de gracia con que
el artista eleva los silencios hasta el delicioso lenguaje
irrazonable de lo puramente sensitivo".
Por último, en esta breve colección de textos
requenianos con inspiración carmonense, se incluyen
algunos poemas singulares.
Es el caso de los dedicados a la muerte de su madre, Teresa
Barrera, que el escritor escribe en 1945, a sus veinte años
de edad: "Se fue... / Esa frase suena / en los rincones
del alma, / como las cosas vacías... / ¡Madre,
madre mía!". O del espléndido poema El
viejo gañán muerto, de 1952: "Es preciso
habitarnos nuestras frentes / con ese quieto tránsito
de un hombre / venido de los surcos a otro surco / como un
recomendado de la tierra". O de la Elegía a don
José Arpa, también de 1952: "Yo lo evoco
sentado, con su pipa y su caña / de pescar, en la orilla
del Corbones crecido, / pensativo y profundo, comulgándose
a España / en un simple reflejo de eucalipto llovido".
O de Carmona por soleares, de 1973: "Del Alcázar
a la Vega, / es todo un libro de trigo, / un verso cada fanega".
Esta es, en fin, la contribución del libro a la justa
memoria de un destacado escritor carmonense. Y permíteme
entonces, José María, que te evoque removiendo
nubes mansurronas hasta encontrar el hueco que se abre a la
Vega inmensa de nuestro pueblo, afanado en escuchar la música
celestial de los campanarios de Carmona, cuando los olores
el campo se afincan en sus calles como estela de las brisas
vespertinas; o pendiente de esa espina dorsal de Carmona que
se despliega a lo largo de la calle San Pedro, en el emplazamiento
privilegiado de la farmacia de tu familia, muy cerca de una
atalaya, la Giraldilla, que debe hacerle cosquillas al suelo
del Paraíso. Y es que "Todo se nos va algún
día / por la Calle Carpinteros / a la cal sin alegría".
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Antonio
Montero Alcaide recopiló y prologó
estos textos carmonenses de Requena en "El alma
de José María Requena".
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Marzo de 2011
Carmona a
vuela pluma
La Delegación de Cultura
del Exmo Ayuntamiento de Carmona, Olavide en Carmona
y Servilia Ediciones, presentaron en el Parador Nacional
de Carmona el libro: "Carmona
a vuela pluma. Antología de escritos carmonenses.
José Maria Requena". Antonio Montero
Alcaide, editor de la obra, junto a Juan María
Jaén Ávila, hicieron una semblanza de
los textos recopilados y la biografía del autor.
ampliar>>
Junio de 2010
Pintura y
poesía
Entre el 4 y 20 de junio se expone en la Biblioteca
Pública Municipal de Carmona una muestra
de pintura a cargo de alumnos del Aula de Pintura
de Carmona, que bajo dirección de la profesora
Dña. Manuela Bascón han realizado una
serie de cuadros inspirados en poemas de José
María Requena. ampliar>>
Enero de 2010
Memorias del
periodismo sevillano
Con motivo del primer centenario de la Asociación
de la Prensa de Sevilla, se presentó la
obra "Periodistas
de Sevilla (Retratos de autores de dos siglos)",
editada por Mª José Sánchez-Apellániz,
y que recoje un homenaje a las personalidades más
destacadas del periodismo hispalense en los últimos
dos siglos. ampliar>>
Julio de 2008
Décimo
aniversario
El 13 de julio de 2008 se cumplen diez años
de la muerte de José María Requena.
El escritor sevillano Antonio
Montero Alcaide homenajea su memoria en un artículo
en ABC de Sevilla. ampliar>>
Noviembre de 2002
Publicada
la obra completa
Editada por el Ayuntamiento de Carmona, ya está
disponible el tercer y último tomo de las obras
completas de José María Requena.
Se trata de un total de tres volúmenes que
recogen toda su producción poética,
novelística, ensayística y de narrativa
breve, además de una selección de artículos
de prensa y diversos textos. Para más detalles:
archivo@carmona.org
Teléfono: 954191458
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Antonio Petit Caro
Reivindicación
de José Mª Requena en el cincuenta aniversario
de la muerte de Juan Belmonte
"Ahora que se conmemora con
los honores que le son debidos a su memoria los 50 años
de la
muerte de Juan Belmonte, es momento para reivindicar
la autoría de la primicia periodística
de aquella luctuosa noticia. Y es que fue el escritor,
poeta y periodista sevillano José María
Requena quien primero lanzó al mundo la versión
completa de lo que no fue sino una tragedia en "Gómez
Cardeña"...." ampliar>>
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Manuel Losada Villasante
En recuerdo
de José M. Requena
"Compartí con José
María Requena -hombre de pueblo entrañado
con el campo- momentos inolvidables a lo largo de la
infancia, juventud y edad madura, y me sentí
muy unido a él humana y espiritualmente..."
ampliar>>
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Enrique Montiel
José
M. Requena, una teoría de Andalucía
"Y es que resulta en extremo
difícil desproveer la narrativa de Requena, tan
pulcra y bien hecha, de lo sociológico, de lo
político, de lo histórico..." ampliar>>
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