La
sangre por las cosas
Madrid, Ágora, 1956.
Gracia
pensativa
Madrid, Rialp, 1969.
La vida cuando llueve
Madrid, Dante, 1987.
A
campo ajusticiado
Obras Completas (volumen III). Ayuntamiento de Carmona. 2002.
"LA SANGRE POR LAS COSAS"
Fue este libro de poemas La sangre
por las cosas el primer trabajo literario publicado por
José María Requena. Y lo hizo en 1956 en la
prestigiosa colección Ágora. Reproducimos
la crítica literaria que Manuel Gutiérrez
Encina dedicó al libro.
La sangre por las cosas
Por Manuel Gutiérrez Encina
La década de los 50 fue una etapa, desde el punto
de vista sociológico, realmente complicada, por encontrarse
a medio camino entre la etapa más dura de los años
40 y el "boom" económico social de la década
de los 60.
Hacia el año 1955 eran varias las corrientes poéticas
existentes en las letras españolas, ese año
aparece publicado PIDO LA PAZ Y LA PALABRA de Blas de Otero,
libro que ejercerá una gran influencia en toda la
poesía social, poesía que alcanzará
su periodo de esplendor entre los años 1955-65. Pero
no será únicamente esa la influencia ejercida
por Blas de Otero, que que su libro ANGEL FIERAMENTE HUMANO
(1950) sitúa a la poesía en un marco existencialista,
semejante al trazado por Sartre en sus ensayos y que con
anterioridad se había vislumbrado en uno de los libros
de poesía más importantes de la posguerra
española: HIJOS DE LA IRA de Dámaso Alonso.
Junto a la influencia de estos autores cabe destacar la
de Vicente Aleixandre, la aparición de la denominada
"Generación de los 50" con autores como
Claudio Rodríguez, Francisco Brines, etc, autores
que comenzaban a publicar por aquellos años; también
habría que destacar la aparición de una serie
de poetas cordobeses agrupados en torno de la revista CANTICO:
Pablo García Baena, Ricardo Molina, etc; finalmente
en la década de los 50 aparecen igualmente las primeras
obras de los poetas sevillanos Manuel Mantero (año
1954), Aquilino Duque (1950).
En el año 1956, en Madrid, formando parte de la colección
Agora aparece publicado el primer libro de poemas de José
María Requena, titulado LA SANGRE POR LAS COSAS.
Este libro es el octavo volumen de dicha colección,
en ella habían aparecido nombres tan prestigiosos
en la actualidad como Leopoldo de Luis, Cocha Lagos, José
García Nieto, Angel Crespo, el recientemente fallecido
Gerardo Diego, etc.
El libro se inicia con un poema realmente significativo:
"Oración", en
él el poeta intenta un diálogo con un Dios
"deseante y deseado" (usando las palabras de Juan
Ramón Jiménez), esa interrelación entre
el "yo" del poeta y el "Tú" (Dios)
se mantiene constante a lo largo de todo el poema:
"Cuando vengas, Señor,
si es que me he ido" (...) "Tu belleza en el mundo
se ha ido toda" (...)
El poema conjuga hábilmente elementos existencialistas
con elementos panteístas. El poeta, como antes Unamuno
o como el mejor Blas de Otero, el de la primera época,
muestra un estado "agónico" (en el sentido
unamuniano del término), estado que es sustituido
en algunas estrofas por una visión panteísta
de Dios:
(...) "pero yo te imagino brazo
lomo de ola / y viento arrancador de grandes árboles
/ y crines erizadas de gaope / y gota de agua entrando en
la sequía / y gente que consuela en los entierros"
(...)
La visión que Dios nos da en el poema, muy al contrario
de lo que cabría imaginar no es la de un Dios justiciero,
vengativo, estático, para él Dios es movimiento:
(...) "Yo creo que Tú
no eres como dicen, / terrón de azúcar agrio
y justiciero; / ni tampoco te escondes cuando el grito /
se estira vanamente desde el barro" (...)
Si significativo era el poema con el que se iniciaba el
libro, no menos lo serán los dos poemas que lo cierran:
"Mensaje" y "Castillo de esperanza".
En el primero de ellos el poeta se sitúa en un "hoy"
y desde ahí quiere hablar, siente deseos de romper
el silencio, por eso desea decirnos verdades a todos los
que rompemos su mudez haciendo que su palabra cobre vida
a través de la lectura; en el fondo lo que late es
la presencia de Dios ya que "la
vida (...) somos nosotros, / polvorines de Dios sin centinelas"
(...) "El tiempo sabe a Dios más que los hombres"
(...) Vida y tiempo, pues no pueden entenderse sin la presencia
de Dios (...) "Sin Dios seríamos campos / sin
lluvia y sin camino. / Sin Dios! qué loca historia
/ sin nadie que la cuente!"
El poeta durante gran parte de su poemario muestra una gran
desesperanza, el pesimismo es tema y lugar común
en un gran número de poemas, pero al final del libro,
al concluir esa pugna incesante por encontrar a Dios y por
encontrarse a si mismo, lanza un grito de esperanza; por
su belleza formal, temática y significativa es uno
de los mejores poemas del libro:
(...) "Te digo que soy viento /
de mar por tu arboleda de futuros; / que tanta soledad y
tan antigua / tenía que dar castillo. Tú no
sabes / lo que es llevar la vida sobre un hombro / y el
otro florecido de tu nombre".
No todo en el libro serán consideraciones sobre Dios,
en el poema titulado "Los retratos" hay una vuelta
a la realidad, simboliza en retratos que le sirven para
adentrarse en la psicología humana a través
de un proceso metonímico:
(...) "Hay retratos buscando una
postura / de soberbia en suburbios de desvanes / y gente
muerta enseña desde marcos / el poquito de surco
que ennoblece / recientes rigodones de abolengo".
El último verso de este poema sirve para dar título
al libro, la vida aparece identificada con los retratos:
(...) "La vida es un retrato que
se agranda / al paso de la sangre por las cosas".
A veces gusta sumergirse en el recuerdo, así lo hace
en el poema titulado "Carta" (poema en el que
figura la siguiente dedicatoria: "Para mis amigos pobres
de la niñez") . La vida ha dejado ya de ser
un juego y él evoca con placidez ese tiempo sin tiempo
que es la infancia:
(...) "La sangre era distinta
cuando entonces / apenas ni notaba que vivía / estábamos
en casi Dios aún / y toda la semana era domingo"
(...).
El tiempo ha venido a destruir ese paraíso, el verdadero
juego, el de la vida, ya se ha iniciado; el tiempo y la
distancia se transforman en elementos corrosivos y destructores
de las viejas amistades:
"Nos fuimos a ser hombres separados,
/ a ser tiempo medido con distancias, / a no saber los unos
de los otros / ni un poco de raíz de nuestra pena"
(...)
El, como poeta, aprecia a través de su fina sensibilidad
mejor que ningún otro los motivos de esa separación,
y lo hace a través de los distintos oficios que desempeñan
sus amigos de la infancia, y así él sabe de
negaciones de saludos, pero él es ante todo poeta
de ahí que una labor puramente metapoética
nos defina su concepción de la poesía:
(...) "y no sabéis que
un verso es como un hombre / que lleva dentro un niño
sorprendido / de ver lo travesura que es la vida"
Este recuerdo a veces se une a temas universales, como el
de la muerte, pero la muerte no es considerada desde una
perspectiva generalizada y aislada, sino como algo próximo,
algo que al poeta le tocó vivir: la muerte de su
madre, muerte que llega: "...cuando
el día / se larga demasiado para novios, / en esa
hora de viento arrodillado / debajo de la estrella".
Poema en el que abundan metáforas, pero también
imágenes surrealistas: (...) "las sillas se
pusieron solteronas"(...).
Recuerdos que se hacen presente en la evocación de
Pepa, la vieja criada, pero en este poema lo que nos encontramos
es el recuerdo de Teresa, su madre, vivido recuerdo ya que
ella vuelve a cobrar vida en sus palabras, vuelve a hacerse
presente por medio de la poesía; finaliza el poema
con un verso de gran hondura y emoción:
(...) "La sangre de Teresa sin Teresa".
El recuerdo, la nostalgia, el "morirse sin estar muriendo"
como diría el poeta, el paso del tiempo... son elementos
que nos presenta José María en su poema "Noche";
la noche no adquiere matices románticos, ni aún
existencialistas, tal y como nos la había presentado
en el poema titulado "A la noche,
de prisa...", sino como un mero título
pues el elemento nuclear lo constituye el término
"Ceniza", que adquiere un claro valor simbólico.
Este poema es, sin duda, uno de los más logrados
del libro, el poeta por medio de la repetición -dedundante,
reiterativa, obsesiva a veces- del término "ceniza"
logra darle al poema una extraordinaria musicalidad, finalizando
con dos versos de gran porfundidad y belleza:
(...) "Ceniza, más ceniza
necesito para esta noche garra del espanto".
Pero no sólo de recuerdos vive el poeta, él
conoce la realidad circulante, así en los poemas
"Los pobres" y "Las plazas" es necesario
leer entre líneas -basta recordar la vigencia de
la censura- ya que existe un intento de aproximación
social. Ambos poemas están muy relacionados a través
de un tema común: el hambre.
"Los pobres... ¡ Qué
naufragio / en playas de pan poco y de remiendo" (...)
(de "los pobres").
(...) "resignadas igual que
los obreros / fumándose el cigarro / de después
de seguir teniendo hambre" (...) (de "las plazas").
Si a Larra "le dolía España", a
José María le dolerán "las
tristes plazas", que él parte de una
realidad más cercana, más vivida y sentida,
así las plazas serán contempladas no desde
"su" ahora, sino desde el "final
del recuerdo", "el compás
de la risa", el "olvido".
Esta proximidad de lorealidad cotidiano vuelve a mostrarse
en un poema que es en realidad un drama rural versificado:
"un héroe campesino", en este poema aparece
la Andalucía más lorquiana:
(...) "la vieja fue poniéndose
calor de tierra pobre"
La más trágica:
(...) " y nunca le dijero la postura
de Antonio / cuando pensaba en ella y en la herida / y nunca
le trajeron ni una hoja / del árbol que allí
estuvo" (...)
En el corazón y en los recuerdos del poeta también
hay sitio para el amor: "El amor
llegará por lo profundo / abriendo su abanico de
entusiamo / en esta sangre vieja como un vino" (...).
Cobran entonces sus palabras un lirismo especial,
se hacen más entrañables, más próximas:
(...) "Tú guárdate
muy dentro / el sabor de mi beso / Que en el pueblo no sepan
/ lo tigre que es mi sangre / cuando beso" (...).
También nos encontramos con un poema inscrito dentro
de una tradición poética de gran raigambre
durante la Edad Media: la poesía goliardesca, uno
de los temas más usuales en este tipo de poesía
era la alabanza del vino (hecho que se puede comprobar fácilmente
en algunos de los Carmina Burana), José María
toma esta tradición pero la someterá a un
doble proceso, en la primera parte del poema titulado: "el
vino", este aparece como fuente de placer:
"El vino como un brujo, acarreando
/ arenas más alegres a la vida, / (...) inventa novias
tibias y cosechas / y agranda los jornales hasta el sueño"
(...)
En los últimos versos, en cambio, el término
adquiere connotaciones cristianas: (...)
"El vino floreciente y misterioso se curva de milagro
en los copones / mientras tanto".
Justo a estos poemas aparecen otros dedicados a diversos
temas como las estaciones, los niños, la soledad,
la tristeza, el otoño, etc. pero el análisis
de todos ellos excedería en demasía la extensión
del presente artículo, basten, pues, estas notas
como reconocimiento y homenaje a un escritor que tantas
veces ha sido olvidado por sus paisanos.
Algunos poemas
de "La sangre por las cosas"...
|
La oración
Cuando vengas, Señor, si es que me he ido
al latido que no somos nosotros
ni Tú, pero que media en la ceguera
que acaba en tu vestirse de palomas,
amánsate la ira recontando mis sueños,
libérame en arroyo la esquina de mi pena.
Nos vamos a las cosas,
a lo sucio, a lo fácil,
buscando algún buscar que busque algo,
a ver si conseguimos otra voz
mas tuya, menos piedra tirada contra ti
en hora de hombre a puro manotazo por el aire
Tu belleza en el mundo se ha ido toda
a la tersa muchacha que en repique de fruta
nos lleva muy al sur de donde estás.
Te pensamos a veces rama seca
cuando a casa volvemos todavía
después de mucho andar y no quedarnos,
después de mucha gente para nada.
Algunos te han llamado una llanura
y sol dorando playas y cosas que están quietas,
pero yo te imagino brazo lomo de ola
y viento arrancador de grandes árboles
y crines erizadas de galope
y gota de agua entrando en la sequía
y gente que consuela en los entierros.
Yo creo que tú no eres como dicen,
terrón de azúcar agrio y justiciero,
ni tampoco te escondes cuando el grito
se estira vanamente desde el barro.
Cuando vengas, Señor, avísame.
Colillas de cigarros pensativos
te pongo en la ventana de mis noches.
Si alguna vez me naces para siempre,
los amigos
dirán que soy un loco muy antiguo.
|
|
|
Carta
Para mis amigos pobres de la niñez
La vida está muy grande, amigos míos.
Nos ha crecido mucho desde el juego
y ya no cabe entera en la alegría
La sangre era distinta cuando entonces,
apenas si notaba que vivía,
estábamos en casi Dios aún
y toda la semana era domingo.
Nos fuimos a ser hombres separados,
a ser tiempo medido con distancias,
a no saber los unos de los otros
ni un poco de raíz de nuestra pena
Vinieron los oficios de mano y de cerebro
y cada amigo aquel se fue agrietando
en eso que ha de hacerse cada día
y en ese darse entero a los abriles
que legan por la sangre y se hacen hijos.
El blanco movimiento del saludo,
acaso porque yo manejo letras y creéis
que soy rico en orgullo aunque no gane
un sueldo, como Juan, por la madera
que mansa hasta la forma de una silla.
Admiro a Joselito, por los hierros
que ataca sobre el yunque como a tigres.
Me duelen los ladrillos que Agustín
levanta a pleno sol de la aspereza,
hasta una altura tal en que sus manos
parecen duras flores de otro mundo.
No olvido a los del campo,
los que inventan el pan con la tierra y la lluvia
y sudan bajo el sol, el mismo sol
que siempre está en las tardes de los niños.
La vida se ha hecho cuesta,
castigo de colegio en primavera,
y poco a poco calles y palabras
resuenan en el pecho a campanas leídas.
Acaso ser poeta será para nosotros
pretexto en que librarse de herramientas,
y no sabéis que un verso es como un hombre
que lleva dentro un niño sorprendido
de ver lo travesura que es la vida.
|
|
|
Los pobres
Los pobres... ¡Qué naufragio
en playas de pan poco y de remiendo!
Se visten con la copla y no parecen
los hombres que se mueren por las manos.
Se sacan una risa del sudor
y no parecen ya penas macizas.
Se mueren pero siguen, nunca faltan,
los pobres no se acaban,
nos quedan muchos pobres hasta Dios.
Con callos preñan sombras cuando mueren
y no tienen ni rama en que criar algo de sueño.
Los pobres tienen almas de caminos
y lloran cuando sienten al caballo
bebiéndose horizontes al galope.
|
|
|
El vino
El vino como un brujo, acarreando
arenas más alegres a la vida,
llevando de la mano venas locas
al alma brincadora y montañera del poema.
El vino quieto y denso como un buda,
panzudo de bondad en los barriles
y látigo de nombres por los vasos,
inventa novias tibias y cosechas
y agranda los jornales hasta el sueño.
El vino para irse un poco a Dios.
El vino para echar barcos de horas
en el pozo feliz del "qué más da".
El vino en el calambre de la garra que somos,
el vino acuchillando los recuerdos,
tapando cementerios de la frente,
mimando los más locos imposibles,
de noche apacentando hombres dormidos.
El vino espoleando besos mansos
con un a ver si estallan en mordiscos.
El vino floreciente y misterioso
se curva de milagro en los copones
mientras tanto.
|
|
|
El olvido
Así, con el olvido, parecemos
arcángeles del todo sin la piedra.
De pronto anochecemos en los nombres
y el agua de la charca se hace pájaro.
Olvido va campanas volteando
por pardos torreones pensativos.
Así nace el arroyo de morirse
en un rincón cualquiera de otras almas.
Así se empinan besos de otros días
y no alcanzan del labio ni una curva
ni nada de palabra que los salve.
Se queda corto el campo para el grito.
Ya nada nos detiene para el cántico.
¡Qué luz de cuando niño por el río!
¡Qué altiva peregrina va la sangre!
¡Qué modo tan azul de ser distintos!
Y todo viene a ser como una risa
pulsando rigidez de viejas alas;
como un hombre cerrando palomares
después de mucho nido por la espalda.
|
|
|