"LA VIDA CUANDO LLUEVE"

Fue este libro de poemas "La vida cuando llueve" el primer trabajo literario publicado por José María Requena. Y lo hizo en 1956 en la prestigiosa colección Ágora. Reproducimos la crític.....

   Algunos poemas de "La vida cuando llueve"...

Campo 1 Con brillos grises, llega por la espalda del sol, y la chorrea de adivinanzas no del todo tristes, y lejanías azules que trasiegan las musculosas nubes, allá en el cañoneo del horizonte, hasta ponerla encima de tu calle a puñados de truenos y de agua. Abreles tus ventanales mansos a los fugaces dedos que desean acariciar las cosas que sólo viven de saberse recordadas a veces, como ahora, cuando toda la casa se te pone color de repentina sombra que la primera gota de la lluvia anuncia. 2 El niño no nació del todo hasta escuchar el colosal bramido del toro húmedo de la tormenta. Qué pequeña la casa (en mitad del paisaje del relámpago) y qué niña la cara de la madre, cuando jugaba a confundirse con la lluvia. Muchos días se llevaron al pequeño a tomar el sol, y el sol, como un perro humillado le lamía los pies, pero habría preferido que le llevaran siempre a dejarse llover a solas, en mitad del campo, con el juguete enorme de la lluvia. Pronto brotó la suavidad del barro para que el pie del niño resbalara, para que fuese así el primer asombro de los dedos pequeños en el contacto antiguo de los principios mismos de la voz y la sangre. 3 De turbias pesadillas limpia los tejados, despierta sementeras y las besa y abraza y las navega, las muerde y embaraza por sus innumerables vientres, perniabierta la tierra, al aire la muslada hermosa de cada surco nuevo. 4 En Sevilla, la lluvia despabila los ojos de la luz para que no se quede todo en sueño, para que desemboque al fin en cada nuevo día de pasado mañana la mística estrechura de la calle Aire. 5 Más que llegar, salta y rebrinca el día primero, la primera hora, el minuto inicial de hacerse joven, y casi nunca al son del sol, sino con lluvia corta y en tumulto de corazón que baila en la garganta, lluvia templada que dibuja los labios que tendrá la memoria del amor primero. Siéntate aquí a mi lado, muchacha, en este patio a punto de vestirse de lluvia. Hablemos como entonces, o, mejor, hablemos como nunca, o no hablemos ¿para qué? si ya no importa saber cómo te ha ido por las afueras de mi nombre. Sólo quiero besarte al cabo de los años, igual que, si de pronto, pudiera comenzar a llover, sobre este viejo patio abandonado, aquella misma lluvia tan deliciosamente vieja de nuestros diecisiete años 6 En Compostela llueve, para borrar de las losetas grises el sudor peregrino de la Europa de hace un puñado de siglos. Si no lloviera tanto en Santiago, todas sus calles olerían a pies de mucho andar huyendo del morirse para siempre. La lluvia les devuelve a las piedras el plateado aroma de la barca del apóstol, llena de peces milagrosos. 7 Eran días como aroma de labranza acabadita de llover. A pan por la mañana bien temprano me sabía cada palabra tuya. Estabas tú para mis dedos hasta en el níquel frío del manillar de la primera bicicleta. Yo te sabía por las más altas ramas de los árboles y las canciones todas aludían en sus letras a nuestro beso aquél, en mitad de la plaza, bajo el paraguas vuelto por los pícaros vientos vendavales. Y qué candor tan brujo preparabas de regreso, en la puerta de tu casa, al estallar como piel de sueño los globitos rosas de tu chicle sobre tu boca requemada por la mía, aniñados de nuevo el gesto y el aliento, perfectamente uniformadas tú de colegiala profesora en disimulos virgos. Tenía tu trenza algo de rama nueva o de maroma acaso que me amarraba al puerto de tu cuerpo. Era amable y lujosa su dureza como amenaza de castigo adelantado a cuenta del primer olvido para siempre, por culpa de otra trenza conocida en tarde igual de abrillantada por las primeras gotas finas de lluvia a fin de curso. (...)