Mª Gracia R. Calvo



  A Joaquín Romero Murube,
poeta y rey de los moros alcázares
.


 

Tú sí podrás decirme
si de verdad se enciende
la carne jardinera del Alcázar.

¿Besan, Joaquín, besan sus labios
o sólo coquetean
con los recuerdos machos de la Historia,
sin entregarse nunca?

¿No será una venganza
que dejaron los moros al marcharse,
chisporroteo de fiebres intocables
por los fondos del agua
y misterios de amor sólo en promesa,
en tantísimo brinco de resoles,
entre encajes tupidos
de carne recatada
tras los altos escotes de los arcos?

Te confieso, Joaquín,
que en los jardines de tu Alcázar
me siento un poco así
como si yo estrenara juventud
frente a los guiños sabios
de una reina mudéjar con los años a punto
de madurez de dátil,
y al final me dejara
a solas con la sangre del amor
sonándome a estampida
de potros por los pulsos.

¿Por qué, poeta Joaquín,
me deprime los sueños La Giralda
cuando salgo sin besos de ese harén
que parece un retrato del fracaso
del cielo de Mahoma?

Y tú, Joaquín, alcaide
en tales fortalezas de perfume
¿no cantas versos agrios
con acentos morenos y almohades
en la noche de abril,
cuando buscas el alma
de la sultana mora
y te sabe a desprecio
la luna sobre el patio?

 
José María Requena - (Gracia pensativa)