Elisa Rico

 


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... en mitad de la plaza,
bajo el paraguas vuelto
por los pícaros vientos vendavales.
Y qué candor tan brujo preparabas
de regreso, en la puerta de tu casa,
al estallar como piel de sueño
los globitos rosas de tu chicle
sobre tu boca requemada
por la mía,
aniñados de nuevo el gesto y el aliento,
perféctamente uniformada tú
de colegiala profesora
en disimulos virgos.

Tenía tu trenza algo
de rama nueva o de maroma acaso
que me amarraba al puerto de tu cuerpo.
Era amable y lujosa su dureza
como amenaza de castigo adelantado
a cuenta del primer olvido para siempre,
por culpa de otra trenza conocida
en tarde igual de abrillantada
por las primeras gotas finas
de lluvia a fin de curso.

 
José María Requena - (La vida cuando llueve)